domingo, 29 de julio de 2012

El río más hermoso del mundo


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En unas horas tomo un avión rumbo a La Macarena y mañana estaré en Caño Cristales, el que dicen es el río más hermoso del mundo. Ojalá encuentre allí internet y pueda conectarme para contaros todo y colgar fotos. Si no, estaré de vuelta en Bogotá el viernes. ¡Esperadme hasta entonces!

viernes, 27 de julio de 2012

¡Y llegué a las 300.000!

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Hace unos meses celebré que este blog llegó a las 2.000 páginas vistas así que os podéis imaginar cómo me siento hoy que ha superado las 300.000. De verdad, ni en el mejor de mis sueños se me pasó por la cabeza alcanzar esta cifra y mirad, ahí está, un número detrás del otro. 

Mientras escribo esto pasan por mi cabeza mil recuerdos, mil sitios, mil viajes y mil cosas que podría decir pero quiero quedarme tan sólo con una: los sueños se cumplen si trabajas con todo tu empeño y tu corazón. Gracias a mis padres que todos los días me felicitan por lo que escribo, a mis hermanos que son mis fieles seguidores, a mis amigos que están a mi lado desde el principio y a todos los que me leen que no conozco pero que ya forman parte de mi vida. Muchas gracias a todos y ahora a por las 500.000 o, por qué no, ¡a por el millón!.

jueves, 26 de julio de 2012

En la edad de enamorar

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Desde hace meses hay un lugar de Colombia que ronda mi cabeza y ocupa mis sueños. Se llama La Guajira, una península al norte del país que limita con Venezuela. Supongo que esta obsesión tiene que ver con el parecido que me han contado que tiene a parte de la zona costera de Murcia, mi  ciudad, y en especial a Calblanque, una playa del Mediterráneo muy cerca de mi casa que llevo muy dentro de mi corazón y en la que tantas veces me he perdido y también encontrado. Abajo os dejo dos fotos: la de arriba es del Cabo de la Vela, en La Guajira; la de abajo mi refugio en España. ¿Como dos gotas de agua verdad? 

En La Guajira viven los wayúu, y la preciosa niña de arriba es uno de ellos. La foto forma parte de la exposición de la que os hablé ayer de Piers Calvert que puede visitarse hasta septiembre en el Museo del Oro de Bogotá y que es un interesante testimonio gráfico de la tradición de la pintura corporal en las comunidades indígenas colombianas. No os la perdáis si estáis por aquí; merece la pena.

Esta foto fue una de las que más me gustó y hoy investigando por internet me he enterado que las jóvenes wayúu decoran su rostro con espirales rojas cuando están en edad de enamorar. Qué bonita tradición y qué bonitos ojos los de nuestra bella protagonista.




miércoles, 25 de julio de 2012

El arte hecho de trazos

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Todo comienza con una foto en blanco y negro tomada en 1908 por el antropólogo Thomas Whiffen a un grupo de niñas de la etnia okaina con sus cuerpos pintados que el fotógrafo inglés Piers Calvert ve en una exposición de Bogotá muchos años después. Inmediatamente le viene a la cabeza una pregunta: ¿Seguirá habiendo en Colombia indígenas que adornen así sus cuerpos? Calvert vende su coche para conseguir el dinero y decide ir a buscarlos. 

No tiene que ser fácil cargar sin ayuda y por medio país 45 kilos de material fotográfico pero el proyecto merece la pena. Calvert recorre miles de kilómetros, sube en muchos aviones, navega horas y horas, camina y camina por la selva hasta que logra atrapar con su cámara a las mujeres wayuu que pintan sus rostros con ulishii, una piedra arenosa que encuentran en el desierto y que muelen con agua; las niñas embera que adornan sus espaldas imitando al oso chaquetero; los cubeos que colorean a diario sus caras con carajuru para recolectar el maíz o a Marcela, una bellísima niña nukak mientras juega en la playa. 

Todas estas fotografías estarán hasta septiembre en el Exploratorio del Museo del Oro de Bogotá. Yo las he visto esta mañana y de verdad son impresionantes.





martes, 24 de julio de 2012

Forever young I want to be...

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Mi amiga Liz me la ha dado a probar este fin de semana y está riquísima. La verdad no entiendo cómo he podido vivir todos estos meses sin esta deliciosa fruta llamada feijoa y que veis en la foto que hice el otro día en un vivero de Villa de Leyva. ¿A qué sabe? Para mí tiene un sabor dulce ligeramente ácido, muy especial. 

Llamada también guayaba del Brasil es rica en vitaminas a, b c y minerales como yodo, sodio, potasio y magnesio. Además es la única fruta que contiene en su cáscara clorofila y el complejo Alfa 3 capaz de oxigenar las células de todo el organismo principalmente las de la piel. Por eso la llaman la fruta de la eterna juventud. Y si para desayunar las mezcláis en batido con miel, jalea real y polen mejor que mejor. Otra cosa más: ayuda a bajar los niveles altos de colesterol gracias a su alto contenido en pectina. Tanto gusta aquí en Colombia que hasta tiene un festival en su honor en un pueblecito de Boyacá que se llama Tibasosa. Habrá que ir. 

Ayer bajé como una loca a la frutería de mi barrio y acabé con todas las existencias de esta fruta milagrosa. ¿La eterna juventud? Pues claro, yo como los Alphaville forever young I want to be.... Y a vosotros, ¿os gusta la feijoa? ¿cómo la tomáis? 



domingo, 22 de julio de 2012

Auromira, Sri Aurobindo y La Madre

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El mundo está repleto de sitios especiales. Es cuestión de salir a buscarlos y no parar hasta encontrarlos. Este fin de semana me he perdido del mundo en uno de ellos: se llama Auromira y está en Villa de Leyva, uno de los pueblecitos más bonitos de Colombia.

María Alicia, Beatriz y Camila dirigen en plena naturaleza este centro de transformación inspirado en las enseñanzas y en el Yoga Integral de Sri Aurobindo y La Madre para los que el último estado de la evolución no es el hombre sino el ser supramental capaz de manifestar en sí mismo las cualidades divinas. Este Yoga Integral no busca huir de este mundo sino realizarse en él, creando una vida divina sobre la Tierra. Ardua tarea que requiere mucho esfuerzo, compromiso y dedicación.

Martha, Liz y yo hemos intentado acercarnos un poquito a esta divinidad a través de nuestra práctica diaria de meditación, yoga, silencio, relajacioneslectura, caminatas karma yoga. Y si se trataba de calmar nuestra mente, poner conciencia en todas nuestras acciones, compartir, escucharnos y ser un poquito más felices lo hemos conseguido.

En sus casi cien años de existencia La Madre nos dejó muchas enseñanzas pero yo me quedo con una: Cambia tú si quieres cambiar el mundo. Y yo me atrevo a preguntarte, ¿a qué esperas?

jueves, 19 de julio de 2012

La pitaya


La fruta que veis en la foto se llama pitaya y hoy la he probado por primera vez y eso que llevo ya más de un año en Bogotá y es fácil comprarla en cualquier esquina o supermercado. Está rica, sabe a agua azucarada, pero el problema está en sus cientos de pepitas que hay que masticar y eso ya no me gusta tanto aunque son altamente recomendables como purgantes y laxantes. La pitaya se parece mucho a los higos chumbos  de mi tierra que yo detesto y que a mi padre, como buen murciano, le encantan. Claro, si es que los dos son frutos de un cáctus.

Fueron los españoles quienes le dieron el nombre de pitaya que significa fruta escamosa y yo añadiría llena de espinas. Lo que no he visto nunca, y me encantaría, son sus flores que además de ser muy bonitas, según me han contado, tienen la particularidad de abrirse al amanecer y cerrarse cuando el sol aprieta.

¿Qué más os puedo contar de la pitaya? Pues que tiene gran contenido de vitamina C, antioxidantes y hierro, además de ser muy baja en calorías y carbohidratos. Mira qué bien. La que crece en Colombia es la variedad amarilla pero hay otra, la roja, conocida como fruta del dragón, originaria de México, Vietnam y Nicaragua.


Y de vosotros, ¿a quién le gusta la pitaya? 

Rufino José Cuervo, cervecero

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De España echo de menos muchas cosas pero sobre todo se me hace la boca agua cuando pienso en los aperitivos con mis amigos, las cervezas heladas, la tapita de jamón. Aquí en Colombia hay cerveza claro, y muy rica por cierto, pero una caña bien servida son palabras mayores. ¿Y eso de caña de dónde viene? Cuentan que los egipcios ya elaboraban panes de cebada que dejaban fermentar en agua, una rudimentaria cerveza que absorbían con unas cañas para evitar tragarse los trozos de pan y saborearla mejor. Mira qué bien, hoy no me acostaré sin haber aprendido algo nuevo. Y de ahí pasó a llamarse caña a la cerveza directamente servida del grifo en una vaso pequeño de cristal. Pero bueno, volvamos a Colombia. La cerveza que se hace ahora aquí es buena sí pero ¿cómo sería la que fabricaban los hermanos Cuervo en su casa del barrio de La Candelaria de Bogotá allá por el siglo XIX? ¿Rufino José Cuervo? A ver, espera un momento, ¿pero este señor no fue el lingüista y filólogo más importante que ha tenido Colombia? Sí así es pero es que además fue cervecero y así le gustaba presentarse en sociedad. Menuda historia, vamos a por ella.

De Rufino José Cuervo ya os hablé en este blog pero por si no os apetece leer lo que escribí en su momento os recuerdo algunas cosas. Fue según Menéndez y Pelayo, el "filólogo más grande de la lengua española del XIX", además de autor, entre otras obras, de "Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano" y del "Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana", al que García Márquez llamó una novela de las palabras y que no consiguió terminar. El Instituto Caro y Cuervo necesitó cincuenta y dos años y cuarenta expertos para acabarlo en 1994 lo que le valió cinco años después el Premio Príncipe de Asturias.

Con 23 años nuestro erudito perdió a su padre -que llegó a ser vicepresidente de la República-, y ante la difícil situación económica en la que quedó la familia, decidió montar junto a su hermano Ángel una fábrica de cerveza en la casa familiar de La Candelaria que se convirtió en la primera del país y que funcionó durante catorce años.  Con 36 años, tras vender la fábrica y embolsarse una buena cantidad de dinero, se marcharon a París para nunca más volver y donde José Rufino murió en 1911.

Ayer estuve visitando en Bogotá esta preciosa casa colonial construida en 1793 donde nació Rufino Cuervo y que ahora alberga el Instituto Caro y Cuervo. De la fábrica de cerveza sólo queda el recuerdo pero merece la pena la visita para pasear por sus patios cuajados de flores, contemplar algunos de los originales de las obras de Cuervo, cartas, manuscritos, muebles de la época, cuadros y hasta un precioso piano de cola de más de doscientos años propiedad de la familia. La entrada es libre y la casa está abierta de lunes a viernes. Si viene siempre se encontrará la puerta cerrada; sólo tiene que golpearla para que le abran. La dirección: calle 10 # 4-60.

¿Alguno de vosotros ha visitado la casa de la familia Cuervo? ¿Y qué os parece?




miércoles, 18 de julio de 2012

Zapatero a tus zapatos

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De tanto caminar por Bogotá he conseguido agujerear la suela de mis zapatos. Sí mamá lo sé, estos precisamente están muy viejos y debería tirarlos pero no puedo vivir sin ellos así que ayer por la tarde me fui a buscar a D. Hernando en la carrera 4 con 70 a para arreglarlos.

Este encantador abuelito de 84 años trabaja como zapatero desde hace treinta años en el barrio de Rosales en plena calle y en un puesto de no más de dos metros cuadrados que comparte con su hijo Miguel y que monta y desmonta a diario. Hasta allí llega a eso de las nueve de la mañana después de una hora de trayecto en bus desde su casa del barrio de San Cristóbal. Nació en Cajamarca, en el Departamento de Tolima, pero ya lleva en Bogotá más de cincuenta años. ¿Cuánto gana al mes?, le pregunto. Nunca he sacado la cuenta, me dice, pero lo suficiente para que no nos falte de nada.

Me siento a su lado dentro del minúsculo puesto y conversamos y conversamos. Con su interminable y franca sonrisa me cuenta que a los siete años ya trabajaba en la zapatería que su tío Pablo tenía en Girardot donde primero aprendió a manejar el martillo y a afiliar los cuchillos y luego le dejaron trastear los zapatos más feos y más baratos. Lleva toda una vida trabajando de zapatero y esto, me dice, es un arte.

Cuando era más joven le encantaba salir a bailar boleros y tangos con sus amigos; su mujer María lo esperaba en casa. Ahora los domingos juega al tejo -el deporte nacional colombiano-, escucha música o saborea un ajiaco, un sancocho de gallina o una pescado preparado como dios manda.

¿Bogotá? Me gusta esta ciudad pero aquí se vivía mejor antes. ¿Colombia? Un país en el que se consigue de todo y no falta trabajo. ¿Qué necesita un zapatero para trabajar? Una buenas tenazas, el martillo, el destornillador, la pulidora y un cortafríos. En casa no tengo nada de esto y ni idea tengo de cómo manejarlos así que seguiré dedicándome a escribir porque, como dice el refrán, zapatero a tus zapatos.



martes, 17 de julio de 2012

La Libertadora del Libertador

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Se conocieron el 16 de junio de 1822. Acompañado de su ejército, Simón Bolívar entraba triunfante en Quito donde Manuelita Sáenz había nacido y vivía. Ella escribiría después: "Un inesperado temblor pobló mi alma y mi cuerpo durante un segundo eterno. Desde ese momento mi vida le perteneció para siempre. Me había conquistado el halo del héroe magnífico y su indudable esplendor". Por la noche fueron presentados en un baile, Cupido hizo de las suyas y se hicieron inseparables, convirtiéndose en amantes y compañeros de lucha durante ocho años, hasta la muerte de Bolívar en 1830. 

Antes de conocer a Bolívar Manuelita no era ninguna santa; su madre desesperada la metió en un convento del que al poco tiempo se escapó de la mano de un joven amante. Mientras a todas las jovencitas se las educaba para casarse, ella soñaba día y noche con la independencia de Ecuador, animada por sus revolucionarios hermanos. Con su marido, el médico inglés y mucho mayor que ella James Thorne, se estableció en Lima donde se convirtió en toda una Mata-Hari que pasaba información y organizaba en su casa reuniones clandestinas. En 1822, una vez liberado Perú, y en gratitud a toda su ayuda por la causa, fue condecorada Caballeresa del sol, al patriotismo de las más sensibles.

¿Y por qué el apelativo de Libertadora del Libertador? Se lo puso el propio Bolívar. ¿Y a cuento de qué? Estaban los dos una noche de septiembre durmiendo juntos en el Palacio San Carlos de Bogotá cuando llegaron a matar al susodicho. Manuelita se percató, lo avisó con tiempo y le aconsejó que salvara su vida saltando por la ventana. Y así lo hizo. ¿Ya entendéis verdad lo de Libertadora del Libertador?  Hoy que tengo que ir a hacer unas cosas al centro voy a "retratarme" debajo de la famosa ventana que, por cierto, está muy cerca de la Plaza Bolívar y que tiene una placa conmemorativa que explica la hazaña. Prometo foto. 

domingo, 15 de julio de 2012

¡Yo también soy Santander!

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¿Os gusta el cine? A mí me apasiona. Recuerdo con muchísimo cariño cuando de pequeña iba con mis hermanos a las sesiones infantiles del Cine Coy en Murcia, mi ciudad. Para mí no había mejor plan para un domingo por la mañana. Algunos sábados, en su casa, mi abuelo Adrián Luis, un enamorado y sabio de todo lo que tuviera que ver con la imagen, nos ponía a los nietos en 35 mm. las películas de La Pandilla, una serie estadounidense de los años 30 protagonizada por niños que a mí me encantaba. Siempre llevaré conmigo el sonido de ese viejo proyector. Ya de mayor, cuando estudiaba Periodismo en Madrid, descubrí el placer de las películas en versión original y me convertí en asidua de cines como los Alphaville o los Renoir. Después llegaron mis trabajos en distintos festivales de cine como el de Málaga o el de Lorca en el que aprendí mucho y me divertí más junto a su director y amigo del alma Joaquín Cánovas. 

Aquí en Bogotá sigo viendo cine cada vez que puedo y ando muy pendiente de todas las películas colombianas que se estrenan y de los festivales que se celebran como el de Santander, que con tanto acierto dirige Erika Salazar, respaldada por un gran equipo en el que se encuentra mi también amigo y genio Rafa Taibo que ha ayudado a cambiar toda la imagen. Que no se me olvide: el cartel de arriba está inspirado en un sello de 1883 conmemorativo del general Santander. ¿Fechas del Festival? Del 1 al 4 de agosto en Bucaramanga con España como país invitado. Por cierto, ¿quién de vosotros sabía que Bucaramanga fue la sede de la primera exhibición cinematográfica de la historia de Colombia? Pues sí señoras y señores y esto ocurrió el 21 de agosto de 1897 cuando el empresario venezolano Manuel Trujillo Durán con un vitascopio, invento del norteamericano Thomas Alva Edison, presentó al país las primeras imágenes en movimiento.

En estos cuatro días en Bucaramanga vamos a poder ver lo mejor del cine colombiano estrenado este año tanto de ficción como documentales con cintas como La Sirga, Chocó, Gordo, calvo y bajito180 segundos o Beatriz González, ¿por qué llora si ya reí?; largometrajes llegados de fuera y premiados en los mejores festivales como Las malas intenciones o Capitán of Sands, y una selección de películas españolas. Habrá también una Muestra Internacional de Cortometrajes, otra de Cine Gastronómico y un Homenaje al Maestro Andrés Platarrueda, además de eventos académicos, seminarios y talleres. ¿Quién se anima? Yo sí porque ¡ también soy Santander!

Aquí os dejo el enlace de uno de los vídeos de promoción del Festival protagonizado por Rafa Taibo, español como yo, actor, director, cocinero y no sé cuántas cosas más. Sólo tenéis que copiarlo y pegarlo en la barra de arriba. Au revoir....

http://yfrog.com/e9asfgpz


viernes, 13 de julio de 2012

D. Luis y su máquina de escribir

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Lleva 30 años trabajando de lunes a viernes de 8 a 3 de la tarde en la misma esquina de Bogotá con su máquina de escribir marca Sears que compró de segunda mano y que cuida como la niña de sus ojos. Se dedica a escribir por encargo toda clase de documentos como declaraciones de renta, certificados de ingresos y retenciones, memoriales y hasta cartas de amor. ¿Cartas de amor? Sí, como la que escribió el año pasado para la novia de un joven, que por cierto vivía en España, y que tuvo que ayudar a redactar de manera muy tierna para que la chica quedara convencida del amor de su prometido. ¿Y cómo acabó esa historia?, le pregunto. No sé, el muchacho nunca volvió por aquí a contarme. Se llama Luis Pérez, tiene 73 años, nació en Cali y hoy lo he conocido en la carrera 13 con calle 32 con su hablar pausado, su gorra roja y su chaqueta vaquera.

Le pregunto por qué este sitio y no otro de la ciudad: "Hasta hace cinco años aquí al lado estaba la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales y claro había mucho trabajo". La Dian se fue de aquí, llegó internet y los clientes se esfumaron. Ahora se detiene alguno de vez en cuando. Por el documento más caro cobra unos 7.000 pesos que vienen a ser unos 3 euros; una carta vale tan sólo 3.000. Le pido que me haga una demostración y empieza a escribir a "toda máquina". ¿Y dónde aprendió usted a escribir a esta velocidad? Me enseñó muy pequeño un amigo de mi padre que tenía una oficina, me cuenta.

¿Qué es lo que le más gusta de Bogotá D. Luis? A pesar del frío, me dice, es una ciudad muy agradable. Me gusta salir a pasear los domingos por la ciclovía y subir a Montserrate. ¿Y qué cambiaría de Colombia? El trato a los trabajadores. Mucha suerte D. Luis y muchas gracias.



jueves, 12 de julio de 2012

¡¡ Llega Sabor Barranquilla !!!

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Rezando estoy y cruzando ya los dedos para que todos los astros del universo se confabulen a mi favor y el 23 de agosto pueda agarrar un avión y plantarme en Barranquilla para la inauguración de una de las mejores ferias gastronómicas del país: Sabor Barranquilla. Quedan todavía muchos días, lo sé, pero es que estoy como loca por volver a esta ciudad que tanto me gusta y en la que me esperan muchos amigos y algunos de los mejores chefs del mundo entero. Y eso, para una apasionada de la cocina como yo, sería un auténtico regalo.

¿Os gusta el cartel de este año? A mí me encanta y me parece muy acertada la imagen elegida, la de la ponchera de la abundancia, como se conoce aquí en Colombia, que carga en su cabeza productos típicos y con la que me he cruzado muchas veces por las calles caribeñas.

Este año el país invitado en Sabor Barranquilla es Venezuela y el departamento colombiano homenajeado Córdoba. ¿Y a quiénes se espera por allí? Pues nada más y nada menos que a conocidísimos chefs como los venezolanos Sumito Estévez y Víctor Moreno, el mexicano Paulino Cruz, la dominicana Gabriella Reginato y los colombianos Harry Sasson, Juan Pablo Valencia, Luz Beatriz Vélez, Alex Quessep, María Josefina Yances y Charlie Otero, entre otros. ¡Ah! Y habrá talleres y conferencias sobre el tema de la migración judía en el Caribe y su influencia en la cocina local, shows en tarima, jornadas académicas, muestras comerciales.

¿Te lo vas a perder? Yo ojalá que no y si al final consigo ir prometo crónicas detalladas y muchas, muchas fotos. ¡Hasta mañana!

miércoles, 11 de julio de 2012

¡Así se baila!

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Hace más de un mes, a mi vuelta de Cali donde los conocí, prometí colgar un vídeo de Nicole y Juan Felipe, estos dos increíbles niños que veis en la foto, alumnos de la academia Stilo y Sabor, dirigida por la gran campeona Viviana Vargas, y que bailan salsa como auténticos profesionales. He tardado un poco en hacerlo pero, como dice el refrán, lo prometido es deuda así que aquí lo tenéis. 

Mil disculpas por el vídeo que de profesional tiene bien poco y se oye regular pero de lo que se trata es de que veáis el arte que le ponen estos dos adorables bailarines. Al principio salgo yo consolando a Nicole que no quería volver a bailar porque en su primera demostración se había equivocado. Al final la convencimos y éste es el resultado. Aquí os dejo el enlace porque no sé lo que pasa hoy en youtube y no me deja hacerlo de otra forma. Para ver el vídeo sólo tenéis que copiarlo y pegarlo en la barra de arriba. ¡Así se baila!

http://youtu.be/7VnNHU87J1I




martes, 10 de julio de 2012

Cucunubá la bella

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Los que conocéis Colombia o vivís aquí seguro que habéis visitado o por lo menos oído hablar de Barichara y Villa de Leyva, dos preciosos y turísticos pueblos coloniales en donde yo, como española que soy, cada vez que voy me siento en toda mi salsa. Pero y Cucunubá, ¿os suena de algo? Yo no había oído este nombre en mi vida hasta que el otro día Luigi nos descubrió a Paula -de quien por cierto son estas fotos- y a mí esta preciosa localidad, muy cerquita de Bogotá y pegadita a Ubaté, que nada tiene que envidiar a las de arriba pero, que no sé por qué, es mucho menos visitada y en la que, por cierto, nació el político Jorge Eliécer Gaitán, cuyo asesinato el 9 de abril de 1948 provocó un levantamiento popular en todo el país. Aquí podéis leer su historia. 

El nombre de Cucunubá me encanta, así, onomatopéyico, sonante y con mucha personalidad. Y a vosotros, ¿también os gusta? Cuentan que en lengua indígena significa semejanza de cara en referencia a uno de los cerros cercanos que asemeja a un rostro humano. Vaya usted a saber porque otros lo traducen como aroma de flores. Lo que tengo claro es que llamándose así -Cu-cu-nu-bá- tenía que ser un lugar especial y os aseguro que lo es. Aquí todas las casas son inmaculadamente blancas con las puertas y ventanas pintaditas de verde y las calles empedradas al más puro estilo colonial. No podía faltar la plaza, el parque y la iglesia que guarda la imagen del Divino Salvador a la que atribuyen algún que otro milagro.

A Cucunubá hay que ir a pasear, comprar sus célebres y calentitos tejidos de lana virgen, comer queso, jugar al tejo -declarado deporte nacional-, conocer las minas de carbón, atravesar campos hasta arriba de vacas, llegar hasta cercanas lagunas como la de Suesca o simplemente descansar, tumbarse a la bartola y no hacer nada. Y si la visita es en octubre sería un pecado perderse Festilana, el festival de la lana, mágico encuentro con los artesanos. ¿Quién se anima? 


lunes, 9 de julio de 2012

Un tesoro en pleno Amazonas

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Detesto los hoteles todo incluido, esos en los que te marcan la muñeca con una pulsera como si fueras una vaca y a comer y beber en plan se va a acabar el mundo. Sueño con sitios exclusivos y lujosos, y quién no, pero el presupuesto no me da para tanto, así que cuando viajo, y puedo, intento encontrar esos alojamientos llenos de encanto pero asequibles a mi bolsillo en los que me quedaría días y días porque me siento como en casa. En mi último viaje al Amazonas he dormido en hamacas, cabañas, casas particulares y hasta encima de un árbol a cuarenta metros de altura pero donde realmente me hubiera gustado pasar al menos un día perdida del mundo es en Calanoaun proyecto liderado por Marlene y Diego Samper, reconocido fotógrafo colombiano, levantado en plena selva, a orillas del río, a 70 kilómetros de Leticia y muy cerquita de la comunidad indígena ticuna de Mocagua, que busca contribuir a la conservación biológica y cultural de la zona. La foto de arriba es del comedor al aire libre y todo allí es así de bonito y cuidado. Se nota que se ha puesto mucho amor y dedicación. En el enlace de arriba podéis ver muchas más fotos hasta de todo el proceso de construcción. En mi viaje no he podido hospedarme allí porque estaba cerrado para trabajos de mantenimiento y mejora pero lo he recorrido de cabo a rabo y os aseguro que es un sitio increíble al que ojalá pueda volver pronto.

¿Y por qué me gusta tanto este lugar? Me gusta porque es un ejemplo del turismo que a mí me interesa y defiendo a capa y espada; ese que respeta todo lo que le rodea y se funde amorosamente con el entorno, sin agresiones ni invasiones. Pero no os penséis que Calanoa es sólo un precioso sitio donde quedarse a dormir en medio de la selva y pegadito al Amazonas; nada de eso, es mucho más. Es cierto que tiene dos acogedoras cabañas de arquitectura tradicional de la zona decoradas con artesanías indígenas y encantadores detalles y donde dan ganas de quedarse a vivir y además ofrece toda clase de servicios para turistas como paseos por la selva y el río, avistamiento de aves... Pero es que además allí se organizan talleres artísticos, encuentros científicos y un montón de actividades más.

Definitivamente Calanoa es un tesoro en pleno Amazonas y todo un ejemplo a seguir. ¿Quién se viene conmigo a conocerlo?


jueves, 5 de julio de 2012

De viaje por el Paranaguasú, el río Amazonas

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En este enlace podéis leer mi reportaje completo sobre el Amazonas que Proexport me ha publicado en su página de Colombia Travel. Ojalá os guste y me regaléis un "Me gusta" o si os apetece dejéis algún comentario. Mil gracias. 

Y aquí podéis ver más fotos.

Sorry, se me ha olvidado deciros que para poder activar estos dos enlaces, el del reportaje y el de las fotos, primero tenéis tenéis que abrir esta página pinchando en cualquier lado hasta que los enlaces aparezcan en azul. Y ya...




En la selva ¡y de noche!

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Ya es de noche; estoy en Mocagua, una comunidad indígena a orillas del Amazonas. D. Mamerto, suegro de Leo Vásquez, mi anfitrión, viene a casa a buscarme. ¿Y dónde voy yo a estas horas con este señor de casi 70 años? A dar una vuelta por la selva en su barquita. ¿De noche por la selva? Definitivamente debo estar un poco loca. 

La barca en cuestión es una especie de cayuco de madera de pocos metros sin motor ni nada que se le parezca y para buscarla tenemos que bajar por una cuesta que de tanto barro parece una pista de patinaje. D. Mamerto va tan tranquilo saltando de un lado a otro como si fuera un crío pero yo parezco un pato mareado hasta que consigo llegar a la dichosa barquita sin resbalarme. D. Mamerto empieza a remar; a mí no me deja ni moverme no vaya a ser que nos caigamos los dos al agua, qué digo yo al agua, al ¡Amazonas! que no es moco de pavo. Yo voy sentada en la parte de atrás quieta como un muerto y el abuelito va en la proa tan tranquilo remando. Luz hay todavía de las casitas de la comunidad pero aún así estoy acojonada imaginando que puede saltar un caimán y comerme de un bocado. Por cierto, la cámara de fotos me la he dejado en casa no vaya a ser que me vaya al agua. 

Dejamos el Amazonas y nos metemos por un río más pequeño que se llama Mata Matá. Y aquí sí que empieza la verdadera aventura: no hay nada de luz, la noche está oscura como la boca de un lobo y tengo tan cerca la selva que toco las ramas de los árboles. Menudo susto. Ruidos se oyen todos los que os podáis imaginar y más y a cual más extraño. A D. Marmeto lo llevo loco cada vez que oigo algo pero él, sin inmutarse. Nació en medio de la selva donde vivió muchos años con su familia completamente aislado del mundo así que qué le voy yo a contar de animales, ruidos, ríos y, como dicen aquí, demás vainas. A mí sí me impresiona, y mucho, encontrarme aquí en medio, en esta barquita que no levanta un palmo del agua. D. Mamerto rema y rema tan pancho selva adentro mientras me cuenta con su tranquila voz historias de la selva que parecen sacadas de una película -como cuando lo intentó atacar una pantera y tuvo que estar no sé cuántas horas casi sin respirar y encaramado a un árbol-, de su etnia, los ticunas, del Amazonas. Y yo, claro está, lo escucho embobada. Dice que le gusta más vivir en la comunidad que por ahí perdido porque puede jugar al fútbol y está más acompañado. No me extraña. La selva de noche es otro cuento y yo, superando el miedo, he venido a disfrutarla. 

¿Quién de vosotros conoce la selva? 




miércoles, 4 de julio de 2012

La gente del Amazonas

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A mí lo que de verdad me gusta cuando viajo es la gente; la que conozco, la que me cuenta historias, la que me escucha, la que me enseña a agradecer todo lo que tengo, con la que camino, cocino y juego y a la que cuando regreso a casa siempre echo de menos. Y la del Amazonas es una gente muy especial.

En este viaje he tenido la oportunidad de convivir con dos de las comunidades indígenas que se asientan en la ribera del río: San Juan del Socó y Mocagua. ¿Y qué me han enseñado? Muchas cosas: la hospitalidad y la sencillez con la que viven, la importancia que tiene para ellos la familia y la comunidad, el cuidado que le dan a sus mayores, el respeto a las tradiciones, la libertad con la que crecen sus hijos y sobre todo, que no hay que tener mucho para ser feliz.

En San Juan del Socó, modelo de desarrollo turístico responsable y controlado, pasamos el tiempo bañándonos en el río con los niños y con las sardinitas que saltaban y nos picoteaban por todos lados; saliendo a pescar con Junior y maravillándonos de la puntería que tiene esta gente con sus flechas; charlando con los vecinos; viéndoles jugar al fútbolpaseandohaciendo fotos; aprendiendo cómo se prepara la fariña a base de yuca y que los indígenas comen con todo y saboreando los exquisitos pescados que Doña Juliana nos cocinaba recién sacados del río como la palometa, la sabaleta, el cuyucuyu y el bagre. La gente allí vive tranquila y nosotros, con ellos; los niños juegan descalzos y corretean solos por todos lados; las casas nunca se cierran y sólo hay luz eléctrica unas cuantas horas por la noche.

En Mocagua, comunidad indígena de la etnia ticuna, pasé un día alojada en casa de Leo Vásquez, mi anfitrión, que siempre permanece abierta para cualquier vecino que quiera entrar, sentarse en una silla y ver algo en la tele. Por la tarde hicimos una excursión hasta Calanoa, un interesante y ejemplar proyecto liderado por Marlene y Diego Samper, reconocido artista colombiano, que busca contribuir a la conservación biológica y cultural de la zona. Los visitantes que llegan hasta allí pueden alojarse en las dos preciosas y cuidadas cabañas construidas y decoradas con materiales de la zona, realizar talleres, caminatas, visitar comunidades indígenas y un sin fin de actividades. En Calanoa trabaja D. Melquiades, chamán de la comunidad, quien compartió conmigo sus ancestrales remedios para todo tipo de enfermedades y males y me regaló un amuleto que, dice, me protegerá de todo.

Gracias a la gente del Amazonas por enseñarme tanto y hacerme tan feliz.

Podéis ver más fotos aquí.


lunes, 2 de julio de 2012

Dormir en la selva a 40 metros de altura

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La de foto soy yo. ¿Y dónde estoy? En pleno Amazonas, a casi 40 metros de altura. ¿Y qué diablos hago ahí? Vivir una de las aventuras más increíbles de mi vida. ¿Tienes cinco minutos y te la cuento?

Cristóbal y Edwin, guías de Selvaventura, la agencia que se encarga de mi viaje, me recogen en Leticia, trayecto en bus, caminata por la selva y ya estamos debajo del árbol en cuestión. Miro para arriba, dios mío pero esto está muy alto, ¿quién me ha mandado a mí meterme en este lío?, ¿de verdad tengo que subir todo eso? Horror, quiero volverme a casa. Pues no señorita, va a ser que no; aquí no hay marcha atrás. Edwin empieza a explicarme el funcionamiento del sistema de poleas y cuerdas que me va a ayudar a subir y conforme me va contando me empieza un temblor de piernas que ni para qué. ¡Mamá, ven a rescatarme! Mientras tanto, Cristóbal ya me ha colocado el arnés así que aquí no hay quien se escape

Ok, de perdidos al río pero por favor vamos subiendo despacito que esto asusta al más pintado. Empieza la fiesta. ¿Mirar hacia abajo? Ni pensarlo. Polea arriba, polea abajo, empujón arriba, empujón abajo. Ya me queda poquito; pues menos mal porque las fuerzas me están empezando a flaquear y es que esto de cargar con mis 60 kilos de peso no es tarea fácil. Vamos, un último esfuerzo que ya llegas: Upaaaa ¡Lo conseguí! Ya estoy en la cima y feliz; el esfuerzo ha merecido la pena y ahora me siento la reina de la selva. Cristóbal y Edwin montan la tienda de campaña sobre la plataforma de madera donde vamos a pasar la noche; a mí no dejan ni moverme no vaya a ser que haga caída libre hasta abajo. Va cayendo la tarde y las vistas desde aquí arriba son impresionantes aunque menos mal que no sufro de vértigo ni nada parecido. Hay miles de ruidos a cual más extraño. Empieza a atardecer y me vuelvo loca haciendo fotos a esos increíbles colores del cielo. Ya es de noche, nos preparamos la cena, que por cierto me sabe a gloria, charlamos un rato y dormimos como podemos porque, para qué engañados, cómodos lo que se dice cómodos no estamos. Me despiertan los gritos de los monos aulladores que están como locos y unas aves que se llaman arrendajos y que imitan los sonidos de todo animal que se les ponga por delante. Recogemos el campamento y en tirolina nos tiramos hasta un árbol cercano. Guauuuuuuuuuu, qué sensación más increíble. Y ahora ya nos sólo lo más fácil; descolgarnos poco a poco y pisar tierra que ya va tocando.

Y a vosotros, ¿os gustaría subir a este árbol? 

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